━ Hace bastante frío.
Sus dedos seguían moviéndose y chocando los unos con los otros mientras sus ojos trataban de evitar mirarla tras ese comentario tan trivial.
━ Sí. Supongo que tienes razón━, respondió, no sin antes echar una mirada a sus muslos, los cuales se veían casi totalmente gracias a ese vestido corto que tanto le gustaba a él. Ella, sin voltear a mirarlo, cruzó las piernas y paseó su mano derecha por el muslo, lenta y suavemente. Apenas sintió su propio tacto.
La poca saliva que le quedaba en la garganta le sirvió para tragar una última vez después de observarla y antes de necesitar un trago de agua.
━ Es increíble lo rápido que anocheció━ dijo ella sin permitirse juntar los labios completamente. Se sabía observada.
━ La verdad es que ya es bastante tarde. Han pasado tres horas.
En sus oídos retumbaban los latidos de su corazón. Le dolía la cabeza y por un momento sintió que habría dado lo que fuese por estar en la comodidad de su hogar y no en ese parque solitario con una mujer tan experimentada, pero se sacudió esa idea de la cabeza.
━ Dicen que cuando te diviertes el tiempo pasa volando━ y soltó una risa ahogada que contrastaba con esa intensa mirada que tenía ahora fija en él.
━ ¿Te has divertido entonces?
━ Muchísimo. ¿Tú no?
━ Sí. Sí.
Ambos se miraron en ese momento y sonrieron. Mientras sonreían, su mano sostenía con fuerza la navaja que tenía oculta junto a la pierna. Aunque era pequeña, lograría encajar en su cuello sin problemas, siempre y cuando se aplicara la suficiente fuerza. Iba a ser su primera vez asesinando, por lo que había practicado con antelación. Primero con peluches, luego con almohadas, y por último con trozos de carne que había comprado principalmente con la intención de acostumbrarse a la idea. Había pensado en practicar con animales vivos pero sentía cierta repulsión hacia la idea de tener que deshacerse del cuerpo. Matar en un parque solitario daba la ventaja de no tener que lidiar con el cuerpo, pensaba.
━ Eres un hombre bastante valiente. ¿No te da miedo estar aquí en este parque a esta hora?━la sonrisa no se iba mientras hablaba.
━ No━ dijo con voz temblorosa━. Para nada━. Miró su escote, sus grandes pechos; subió la mirada y vio su cuello, le dieron ganas de morderlo, al igual que a sus labios, los cuales solo tenían aplicado un tenue brillo, pero que eran lo suficientemente carnosos para ser sugerentes. Finalmente se dio cuenta de que su silencio solo volvería extraña la situación y lo rompió con una pregunta obvia.
━ ¿Y tú no tienes miedo?
━ ¿Yo? ¿Por qué? ¿Acaso no estás aquí? Puedes protegerme.
A esto él no dijo palabra alguna. Ella prosiguió.
━ Como sea. Puedes creerme. Si hay alguien que no necesita protección, esa soy yo━, dijo riendo, a un paso de echarse una verdadera carcajada.
Ella aclaró su garganta y vio para los dos lados y hacia atrás, inclinando su cabeza y el torso levemente de manera que parecía que solo se estiraba. No vio a nadie desde la banqueta y sonrió.
Él volteó su cuerpo de manera un poco brusca, temblorosa, nerviosa, expectante. Vio hacia los dos lados y hacia atrás. No vio a nadie desde la banqueta. Sonrió.
Ambos se miraron. Sus corazones latían fuertemente. Se acercaba el momento. No eran peluches. No eran almohadas. No eran trozos de carne animal esperando ser cocinada. Era piel humana. Era carne humana. Era una navaja atravesando y rasgando tejido vivo lo que estaba por ocurrir. La navaja estaba lista, preparada para matar en ese instante. Un paso. Dos pasos. Tres pasos. ¡Y entró! Una, dos, tres veces. La navaja rompió la piel y se hundió tres veces. Y la sangre salía a borbotones. Su vestido estaba manchado de su propia sangre, pero ella no tuvo tiempo ni de reaccionar. Se estremeció y cayó tendida en el suelo en un charco de sangre. Él gritó. No podía creer lo que veía. La realidad era peor de lo que esperaba. El espectáculo era tan horrible para él que tardó en recordar lo que había escondido y cuando se abalanzó al asiento a tomarlo para defenderse, recibió una puñalada en el pecho y luego dos siguientes en el cuello. Cayó a poco más de un metro de ella. Ambos sin vida.
El atacante vio a sus dos víctimas y lo que sintió fue lo que pensó debía sentirse tras un orgasmo. Vio la navaja, llena de sangre, y la lamió. Luego escuchó un ruido en los mismos matorrales donde estuvo escondido todo el rato y el miedo le invadió, así que prefirió alejarse de allí rápidamente.
Lo que salió de los matorrales fue un cuervo. Este se posó encima de la banqueta donde hasta hace momentos dos personas compartirían un momento emocionante y nuevo pero ahora yacían en el suelo, separados, en sus propios charcos de sangre. La mirada del cuervo viajaba de un objeto brillante al otro en el asiento. Veía una y veía la otra, brillantes, atrayentes, potencialmente peligrosas, pero totalmente inofensivas. Así pues brillaban las dos navajas que ambos guardaban para el otro.
Jairo Sánchez.
Relato escrito el 21 de octubre de 2019.
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